martes, 7 de junio de 2016

Cepillarse los dientes: control de poblaciones, mineralogía bucal y limpieza inteligente.



No hay cosa que haya odiado más en mi infancia y adolescencia que ser enviada a lavarme los dientes. Nunca le tuve demasiado cariño a mi dentadura, hasta que entre mis 17 y 20 años cuatro muelas del juicio, dos de ellas horizontalizadas, me volvieron loca y me hicieron tomarle cierta fobia a la silla del dentista. Después de varias urgencias odontológicas, eventualmente llegué a tomar una postura más consciente acerca del cuidado que requiere mantener un "comedor" saludable. 

Una dentadura sana afecta de gran manera la calidad de vida de una persona. Todos conocemos historias acerca del dolor dental, que involucra cefaleas, dolor de oído y problemas para concentrarse o descansar... pero dejamos de lado que estas estructuras óseas se encuentran en nuestra cabeza, junto a tejidos blandos con mucha irrigación sanguínea que pueden ser foco de infección y transmitirlas a otras estructuras a través del torrente sanguíneo.

La higiene bucal involucra tanto el correcto uso de hilo dental, dentífrico y enjuagues como el cuidado en la alimentación, que retomaré en futuros posteos porque la frase "somos lo que comemos" es reiterativa pero absolutamente cierta. Insisto en llevarla a las aulas porque es una de las enseñanzas más importantes que puede inculcar un docente en sus estudiantes para mejorar su vida día a día.


La historia del exterminio de poblaciones bucales.


Optimísticamente, todos nos cepillamos los dientes en lo cotidiano usando un cepillo y dentífrico. Esta práctica tan cotidiana y difundida tiene una historia que remonta 4000 años atrás, cuando los egipcios mezclaron piedra pómez, cáscara de huevo, sal y especias para restregarse los dientes. Posteriormente se patentaron mezclas conteniendo sal, arcilla, tiza, cenizas, carbón, entre otros. Puede horrorizarnos la posibilidad de meter tales cosas en nuestra boca, pero la efectividad de todas esas pastas reside en que esos ingredientes son abrasivos y cumplieron la función de remover la placa de las dentaduras. Y, por otra parte, los preparados que utilizamos en la actualidad también tienen ingredientes que no son del todo lindos. 

Colonia de bacterias esféricas (violeta) junto con glóbulos rojos sobre la superficie de un diente.


Remover la placa dental es importante, pero ¿por qué? Pues porque la placa dental no es más que poblaciones microbianas de variada calaña, refugiadas en la mezcla de saliva y sustancias orgánicas viscosas adheridas a los dientes que proporcionan las condiciones para su supervivencia. Raspar la placa con abrasivos, cepillo e hilo dental mantiene a raya la expansión colonias microbianas y previene problemas de salud, ya que mientras algunas se limitan a sobrevivir, otras pueden causar infecciones y hasta llegar a ser carcinogénicas, como por ejemplo los estreptococos. También puede mineralizarse, dando como resultado cálculos y sarro. 


El flúor y la mineralogía de nuestra boca.


El gran cambio de nuestra era es el agregado de flúor, que volviendo a las cosas impensables que ponemos en nuestra boca, es el elemento más electronegativo de toda la tabla periódica: un agente reductor arrebatador de electrones por excelencia que tiende a reaccionar con todo lo que se le acerque, inclusive con gases nobles (llamados también gases inertes por su célebre capacidad de permanecer sin reaccionar frente a casi todo elemento). En forma de gas el flúor es corrosivo, capaz de quemar vidrio, metales y agua. Se trata de un elemento muy peligroso cuanto mayor sea su pureza, pero, para tranquilizar al lector, aclaremos que se encuentra combinado con otras sustancias que modifican su comportamiento y que en dentífricos se puede hallar en concentraciones de entre 1000 y 1500 ppm (entre el 0,10 y 0,15% de la fórmula).

Cristal de fosfato de calcio, vista con microscopio de electrones.

Es la capacidad del flúor para reaccionar rápida indiscriminadamente la que hace que se asocie fácilmente a estructuras biológicas. No se recomienda su ingestión porque al asociarse con tejidos del sistema digestivo puede causar reacciones adversas, y de ahí viene el clásico reto de madre de "no te tragues el dentífrico", aunque los efectos nocivos aplican en caso de ingestiones masivas y/o sostenidas en el tiempo. Sin embargo, al colocar fluoruros (sales de flúor) en nuestros dientes, el elemento se combina con el esmalte dental, formado por un mineral de fosfato de calcio llamado hidroxiapatita.


Algo importante: los microorganismos de la boca no se alimentan de los dientes. Las caries no son "mordidas" como nos han hecho creer de niños, sino huecos de corrosión productos de las excreciones los microorganismos al alimentarse de azúcares que nosotros comemos. El desecho producido es ácido láctico, y justamente los ácidos son los únicos capaces de disolver el mineral resistente de hidroxiapatita en nuestro esmalte dental, dejando expuestas las partes blandas y porosas causando estragos. Dicho de manera más simple, directa, y quizá, didáctica: 

los agujeros en nuestros dientes son resultado de la acumulación de la caca ácida y corrosiva de los microorganismos que viven en nuestra boca.
 Detállenle eso a un niño, y será muy difícil que descuide su higiene dental. 



Al reaccionar el flúor con el esmalte dental, usurpa violentamente el espacio de un hidróxido en la hidroxiapatita y forma fluorapatita, mineral idéntico pero que por contener flúor posee mayor dureza y resistencia al ácido. El calcio que consumimos es también, gracias al flúor, captado con más facilidad para remineralizar los dientes. Y es por eso que apenas cambiamos los dientes de leche, nos llevan al dentista a ponernos ese gel de sabor asqueroso en la terapia de fluoración. Los enjuagues bucales también contienen sales de flúor.  


¿Qué consumimos cuando usamos crema dental?



Otros ingredientes variables en la composición de productos dentales, que se añaden para mejorar la acción de abrasivos y del flúor o bien, por cuestiones cosméticas (mejorar el aliento, blanqueamiento) son:
  • Carbonato de calcio, que pone calcio a disposición para que sea asimilado en el esmalte (que justamente, es de fosfato de calcio).
  • Detergentes, como el laurilsulfato sódico, SDS o NaDS, utilizado en champúes, jabones y limpiadores de todo tipo (inclusive industriales). El SDS disuelve lípidos y crea la clásica consistencia y espuma de la crema dental.  Es el que da el sabor extraño a lo que comamos después de cepillarnos los dientesporque interactúa con las moléculas de sabor y los receptores de la lengua, suprimiendo los del sabor dulce y destruyendo los fosfolípidos que inhiben los receptores del sabor amargo. En algunos casos, el SDS puede afectar la mucosa bucal causando aftas, por lo que existen pastas dentales con otros detergentes.
  • Abrasivos extra, frecuentemente hallados en las cremas blanqueadoras, que se encargan de "restregar" extra nuestros dientes.
  • Elementos alcalinizantes, que neutralizan los ácidos en la boca que pueden causar el deterioro del esmalte dental.
  • Endulzantes no azucarados, como el xylitol, imposible de digerir por los organismos que forman la placa. Más que un mata-bichos, es un recurso para reducir las poblaciones privándolas de alimento.
  • Esencias y extractos. El mentol activa los receptores de frío en epidermis y mucosa dando la sensación de frescura. También se utilizan otros extractos vegetales para dar sabor y por sus propiedades medicinales. 
  • Colorantes cuyo objetivo es meramente comercial, usualmente en tonos verdes y azules asociados a la "limpieza" o al contenido de esencias vegetales en la marca.

Limpieza inteligente.




Por lo visto en este posteo, a la hora de elegir un método de limpieza dental debemos optar por aquel que garantice la remoción mecánica de la placa, la remineralización del esmalte dental y la prevención de un exceso de acidez bucal. El extra de ingredientes en un dentífrico ofrece es bastante genérico, y a la hora de hacer una elección es poco sabio dejar deslumbrarse por una marca: miremos los reactivos presentes, su calidad y recordemos que la base para prevenir la placa es procurar su estado de inanición, procurando la limpieza posterior a consumir azúcares y/o ácidos y controlando nuestra dieta. Antes de ver la parte cosmética, pensemos en nuestra salud y necesidades reales, invirtamos de manera consciente y así disfrutaremos de una salud bucal que hará que nuestros dientes nos acompañen (¡ojalá!) por mucho tiempo. Y, obviamente, visitemos al dentista periódicamente.

¿Viste algo interesante en la etiqueta de tu dentífrico?
¿Abrazaste a tus padres luego de reflexionar acerca de su insistencia en tu higiene bucal?
¡Dejá tu comentario!


Referencias.
  1. Murray, J. J., 1971: Adult dental health in fluoride and non-fluoride areas. 2. Caries experience in each tooth type. British Dental Journal. 131: 10, 437-442,
  2. Allison, A. M. A.; Chambers, D. H., 2005: Effects of residual toothpaste flavor on flavor profiles of common foods and beverages. Journal of Sensory Studies 20(2): 167- 
  3. Asl Aminabadi N, Balaei E, Pouralibaba F. The Effect of 0.2% Sodium Fluoride Mouthwash in Prevention of Dental Caries According to the DMFT Index .Journal of Dental Research, Dental Clinics, Dental Prospects. 2007;1(2):71-76. 

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